jueves, 12 de abril de 2012

EL AMANTE SILENCIOSO (cuento)


Ni se por qué esa tarde me llevaron mis pasos al cementerio. Quizás fue el deseo de visitar la tumba de mi abuelo, quizás las ganas de dar un tranquilo paseo, quizás... quizás.

La tarde era calurosa, de pesada humedad. El cielo cargado de nubes plomizas parecía aguardar simplemente el momento propicio para descargar su aguacero. No soplaba ni siquiera la brisa más insignificante y el intenso calor me hacía transpirar.

Mi vestimenta no era mucha; tan solo el clásico uniforme liceal: falda escocesa corta y una simple camisa blanca. No llevaba sostén. Sudaba mucho y pronto mi camisa se empapó, me observé... Me gusté.

Ya dentro del cementerio comenzó a llover. Siempre me excitó mojarme en la lluvia, sentir como el agua recorre mi cuerpo, humedeciendo mi ropa... propiciando otras humedades.
Sentí como mis pechos se endurecían. Caminé, caminé mucho y llegué por fin a un túnel de esos en que los nichos de estiban en hileras de seis. No tenía flores, me di cuenta de ese detalle recién al llegar a la tumba de mi abuelo, entonces decidí quitar las de otros nichos y llamaron mi atención unas muy hermosas que habían en los nichos más altos. Trepé y las tomé, pero luego no pude bajar pues tenía miedo de caer y entonces lo vi; hermoso y silencioso, me miraba con sus ojos negros de adamantino rigor. Su torso desnudo, musculoso y bien formado, brillaba como untado con aceite. Estiró su mano invitándome a descender.
Me sujetó por las piernas para que yo bajara. Cuando logré colocar mis pies en el piso, mi falda quedó levantada y mis pantaletas enredadas en su cinturón.
Sentí su virilidad rosarme y noté como mi ropa interior se humedecía.

La lluvia caía cansinamente, de forma pareja y constante, invitando a la gente a retirarse del cementerio así que estábamos solos. Es curioso cuan llena de vida me sentía en aquel momento entre tanta muerte.

Me tomó por mis nalgas y comenzó a besarme salvajemente. Sentí miedo... eso, sin saber por qué aumentó mi excitación.
Clavó en mi cuello sus colmillos y subió por él hasta mi boca mordiendo mi lengua, me hizo sangrar.
Quitó mi camisa y mis pechos desnudos, rozados y duros, quedaron al descubierto bañándose de la sangre tibia y dulce que de mi boca caía.

Mi silencioso amante bebía de ellos como si segregaran sangre de sus pezones, atravesados por aros de plata, que con sus dientes jalaba causándome un doloroso placer.

Levantó mi falda y su mano fuerte arrancó mis pantaletas que se deshicieron en sus manos, ¡cuan dulce y salvaje es el recuerdo de ese momento!

El sexo oral fue exquisito, el brillante de su lengua se enredaba con el aro de mi clítoris... era tanto el ardor de la pasión que hasta el mismo Lucifer presenciando la escena sintió que el infierno se congelaba.
Luego me levantó a una tumba cercana y comenzó a penetrarme fuerte pero a la vez cariñosamente y sentí su amor y su calor fluyendo por mis piernas, por mis venas, inundando todo mi ser.

Su mano derecha tomaba firmemente mi cuello cortándome la respiración por momentos, mientras que con la otra acariciaba mis partes mientras me penetraba con rudeza. Su rostro hermoso y cetrino me miraba sin reflejar ninguna emoción, casi como una máscara. Se me ocurrió pensar que era la muerte y quise morir.

Mi lengua no sentía dolor, pero el sabor de la sangre y sus besos permanecían en ella, el clímax se acercaba una vez más y mi cuerpo se tensaba preparándose para recibir el demoledor espasmo del placer original.

La sangre en mi boca comenzaba a caer de nuevo por mis labios mientras los latidos del corazón se intensificaban. Clavé en su pecho mis afiladas uñas rasgando su piel, y empujándolo contra la pared con una fuerza de la que no me creía capaz me arrodillé y lamí su bello miembro, generoso y fuerte que lleno de vida, palpitaba dentro de mi boca, anunciando la inminente explosión de su esencia vital, lo que yo deseaba más que nada en el mundo en ese momento. El momento llegó, sentí llenarse mi boca con violenta rapidez, mientras sus piernas temblaban estremeciéndose de puro gozo.
Me tomó del mentón y me subió a su boca besándome tiernamente, sin decir una palabra.

Exhausta y satisfecha caí de rodillas en el húmedo suelo de aquel túnel pecaminoso, cerré un instante mis ojos y aspiré profundamente.

---¿Cómo te llamas? -- pregunté al tiempo que levantaba la mirada para ver su hermoso rostro.
Pero el amante silencioso, había desaparecido.

1 comentario:

  1. Interesante historia! =)

    He respondido tus comentarios y el Correo..

    Saludos!! =)

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