miércoles, 21 de marzo de 2012

LA CONFIRMACIÓN DE LA FE (novela corta)

para Naty
quien tuvo el valor de leer
un libro completo a
pesar de haber sido yo
el autor










Dime maestro: ¿quiénes son aquellos que
tan pronto corren a la orilla pestilente de oscuras aguas?
Esas, me respondió el poeta, son las almas
de las tristes gentes que han perdido el don de la inteligencia"
DANTE ALIGHIERI








Capítulo 1

Un domingo particular





La iglesia de San Miguel, una como tantas de Montevideo, es un edificio lúgubre, viejo y bastante venido a menos. Salta a la vista que en el pasado supo tener mejores momentos.

Enclavada en la esquina de Concepción Arenal y Porongos, está situada en el corazón de "Goes"; su torre de hormigón domina el paisaje del barrio y sus tristes y roncas campanas rezongan cada tarde, más o menos a la misma hora, llamando a los fieles a escuchar la palabra del Señor.

Al llegar los creyentes a la hora de la misa, se encontraban con sus rejas de hierro mal pintadas y a medias corroídas por el óxido, perpetuamente entre abiertas, y unas enormes puertas de madera que chillaban lastimosamente mientras giraban en sus goznes.

En el interior, húmedo y frío, de paredes descascaradas adornadas con viejas pinturas que poco tenían ya de celestial, escuchaban los fieles la palabra de Dios en la voz del Padre Rogelio que reverberaba molestamente. Una voz monótona totalmente desprovista de sentimiento, aburrida y por momentos irritante.

Algunas veces la misa era más larga, otras no tanto. De vez en cuando se ausentaba el Padre Rogelio dejando a los buenos cristianos sin su misa de la tarde.

Fue una tarde de domingo, en la que si bien hacía buen tiempo el frío era terrible, que el Padre Rogelio se encontraba más disperso que nunca. Le costaba trabajo concentrarse al punto tal que se perdió en varias oportunidades mientras leía la Biblia.

La causante de su perturbación era una hermosa joven de unos dieciséis o tal vez diecisiete años que sentada en la primera fila de bancos, deslumbraba al cura con sus pechos bien formados, exquisitamente contorneados tras la ajustada blusa desabotonada hasta la mitad y su boca de labios carnosos que era de un endemoniado rojo sangre tan intenso que volvía innecesario el que usara carmín. Completaba el cuadro general un par de ojos azules, cabello negro azabache, cadera generosa, una suave y nívea piel y la irresistible sensualidad que irradia la juventud.

Mientras con los ojos cerrados y los brazos en cruz, rezaba Rogelio el Padre Nuestro de forma maquinal y automática, se formaban en su mente las más eróticas escenas en las que su cuerpo y el de la joven se mezclaban entre las sábanas.

--No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal, decía el Padre Rogelio mientras en su mente veía como la húmeda y pequeña boca de la joven cristiana se veía invadida por su pene, ella lo lamía y succionaba con fuerza, mientras que con una de sus manos tiraba de sus testículos con firmeza produciéndole un intenso pero a la vez agradable dolor mientras él le jalaba el cabello.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que su pene estaba erecto, tan duro y tieso que le hacía daño.
Lleno de culpa se sintió más descolocado que nunca. A continuación dio un sermón, más que largo tedioso, sobre la sexualidad antes del matrimonio.

La misa terminó. Después de cenar en abundancia el Padre Rogelio tomó una breve ducha y se retiró a su habitación, la que se encontraba en el segundo piso de la parroquia, pegada a la torre del campanario.

Recostado en su cama, al amparo de la oscuridad se masturbó, primero su ano (lo hizo introduciéndose una vela) y luego su pene. Cuando hubo terminado sacó de su mesita de noche una botella de Whisky, llenó un vaso y luego de un largo sorbo encendió un cigarrillo y tumbado en la cama, desnudo y sudoroso, se quedó contemplando las volutas de humo gris mientras su mente viajaba a lugares lejanos.
Se durmió.




Capítulo 2

El hombre parado en la esquina





No podía decir el Padre Rogelio cuanto tiempo estuvo dormido, solo sabía que aún era de noche.
Por algún motivo se despertó sobresaltado. Todos sus sentidos se encontraban alerta; sin comprender por qué, se sentía observado.

Permaneció unos momentos inmóvil en su cama sin saber que hacer. Por un instante creyó estar volviéndose loco preso de una espantosa psicosis.

No había tenido ninguna pesadilla, tampoco tenía enemigos ni sufría de ataques de pánico y sin embargo estaba helado de miedo, alguien le observaba, le asechaba desde algún lugar. Podía sentir su presencia.

Armándose de mucho valor, se levantó de la cama y se acercó a la ventana. Descorrió la cortina lo necesario para permitirle a un solo ojo mirar hacia fuera y entonces lo vio; era un hombre alto y delgado, vestido con un traje inglés negro de la época victoriana, una capa al tono abierta sobre sus hombros, un sombrero de copa tocaba graciosamente su cabeza y empuñaba en la diestra un bastón de plata.

Absorto en su contemplación se encontraba cuando se percató que aquel extraño también le miraba, se lo confirmó el hecho de que aquel levantó una mano a modo de saludo.

Asustado pegó su espalda a la pared al costado de la ventana, el miedo invadió cada fibra de su ser, cada músculo se le tensó al máximo. Los cabellos se le erizaron como a un gato al que alguna amenaza le hizo hinchar el lomo. El corazón le latía fuerte, tanto que le hacía doler.

--No puede ser --- se dijo a sí mismo. Está oscuro y apenas si he descorrido la cortina.
Entonces volvió a mirar por la cortina y como para terminar de convencerle, el extraño caballero se quitó el sombrero y acto seguido se inclinó haciendo una pomposa reverencia y luego fijó su vista en la ventana del Padre Rogelio.

Asustado se alejó de la ventana y permaneció en su cama sin poder conciliar el sueño.
¿Quién era ese extraño personaje y qué quería de él? Rogelio estaba seguro de que quería, de eso no tenía dudas, por alguna razón lo sabía en su interior aunque no tenía el valor de admitirlo. Volvió a asaltar su mente la idea de estar volviéndose loco.

Al cabo de un rato volvió a la ventana y echó un vistazo del mismo modo que había hecho antes. El extraño caballero aún se encontraba allí, mirando fijamente hacia su ventana y Rogelio tuvo la impresión de que su mirada tenía algún extraño poder que le permitía atravesar las paredes e incluso la oscuridad.

Un impulso irresistible le hizo salir de su habitación y sin pensarlo cogió su bata y llegó hasta la puerta de la parroquia, vaciló un momento y finalmente al abrirla dejó escapar un grito ahogado, tal fue la impresión que le produjo al verle parado al otro lado de las rejas.

Le contemplaba atónito y fascinado, curioso y temeroso. Por primera vez pudo contemplar de cerca su rostro marmolado y delgado, aunque hermoso. Las cejas finas y bien delineadas resaltaban aún más la blancura mortecina de su rostro. Sus ojos eran brillantes e intensos. Rojos como dos rubíes, eran de mirada penetrante e hiriente, extrañamente llenos de vida y de pasión. La boca pequeña de filosos labios tenía un contorno perfecto y guardaba en su interior unos dientes perfectamente blancos.

Finalmente luego de unos segundos de muda observación aquel hombre habló:

--¿Es qué vas a quedarte toda la noche parado ahí Rogelio, no pretenderás que entre yo a buscarte verdad?

El cura atónito, dejó escapar una pequeña exclamación mezcla de asombro y horror.

--Si, continuó aquel, no debes de asombrarte de que sepa tu nombre, sé mucho más que eso. Como es de tu conocimiento yo lo sé todo. No es de buena educación el dejar a las visitas esperando a la intemperie en medio de la noche, así que puesto que no voy a entrar, vas a tener que salir.
--Es que no le conozco a Usted, comenzó a decir Rogelio.
--¡Ah! No me vengas con esas cosas, sabes perfectamente quien soy.
--No señor, no lo sé.
--¿Vas a salir o qué?
--Espere un momento, iré a vestirme.

El cura pensó que estaba loco. Ciertamente cometía una imprudencia al salir al encuentro de aquel extraño hombre de vestimenta tan particular, pero algo le impedía resistirse.

Unos minutos después ambos hombres se encontraban en la esquina de la parroquia contemplándose el uno al otro.

--¿Es que no vas a decir nada, no vas a preguntar porque vine a verte?
--Le repito señor que no sé quién es Usted.
--¡Bah! No sigas con esos cuentos Rogelio, hizo una pausa y le miró divertido, yo soy aquel a quien tú combates, aunque en honor a la verdad debo decir que sin el más mínimo éxito. Soy el primero de todos y el que más lo amó.

El Padre Rogelio le miró con rostro severo aunque no contestó, se limitó a pensar en la posibilidad de que aquel hombre fuese un loco, aunque también pensaba, y esto era lo más probable, que fuera tan solo un bromista de mal gusto.

--Si, Rogelio, continuó el otro, yo lo sé todo; todo cuanto dices, todo cuanto piensas. ¿Verdad qué es extraño? Le dijo con sorna.
--No es cierto. Usted no puede ser...
---¿Lucifer? ¿Satanás? O acá entre nosotros...
¿El Diablo? ¡Claro que sí! Aunque yo prefiero que me llamen Damián. Por supuesto que no me iba a aparecer todo rojo y con cuernos y cola. Nunca me gustó que me representaran de esa forma, me parece de mal gusto. Claro que si eso sirve para convencerte lo puedo hacer.
--¡Basta! Ya me cansó con esta locura suya de pretender ser Satanás, que pase usted muy bien y buenas noches.

Dio media vuelta y emprendió el corto camino que lo separaba de la iglesia. Apunto estaba de entrar cuando el otro dijo.

--Cuando tenías diecisiete años, un día como el de hoy, tu hermano, que siempre fue un poco irresponsable, tuvo un accidente, quedó muy grave y por poco muere. Entonces fuiste a la iglesia de San Pancracio, mitad llorando, mitad rezando, prometiste servirle a Él durante toda tu vida, dijo apuntando a la iglesia con un dedo.
A cambio de que lo salvara le ofreciste tu vida.
Pasaron los días, que se convirtieron en semanas y estos en meses. Fue al décimo día del tercer mes que despertó del coma, pero nada fue igual, pues había quedado paralítico y solo sus brazos se movían, mas sus piernas quedaron inútiles y jamás volvió a caminar.

Vos que siempre fuiste un tipo correcto te hiciste cura, aunque no muy convencido, ya que tu hermano no había quedado bien, pero temeroso del castigo de Aquel cumpliste tu promesa.
Cuando por fin terminaste tus estudios y te convertiste oficialmente en servidor de tu Señor, te asignaron esta iglesia de mierda que se cae a pedazos y que nadie quiere.

Pasaron dos años y una noche sonó el teléfono y tu madre llorando del otro lado del cable te dijo que Joaquín se había suicidado dejando una carta explicando el porqué de su decisión, la cual a mi entender fue la más acertada.
“Las ruedas son para los vehículos, no para los hombres” Siempre decía eso cuando estaba triste, estoy seguro de que se lo escuchaste decir más de una vez.

¿Ahora te convences de quién soy? Sé que a nadie le dijiste porque te hiciste cura, pero yo lo sé, pues es de mí entender todo cuanto ocurre y nada se me escapa.

Rogelio quedó petrificado en la puerta de la iglesia sin saber que hacer, la confusión se había adueñado de su mente, estaba perplejo y asustado.

--Ven conmigo, le dijo Lucifer, Señor de las sombras extendiéndole su mano de finos dedos y puntiagudas uñas prolijamente pintadas de azabache. Iremos a dar un paseo, antes del amanecer estaremos de nuevo aquí, te lo prometo.

--¿Cómo sé que no me engañas, que no vas a hacerme nada malo?

Damián sonrió y bajando el tono de su voz hasta convertirla en un susurro casi imperceptible le dijo:

--No puedes saberlo, pero si te sirve de algo, si quisiera matarte ya lo hubiera hecho.





Capítulo 3

El morbo según Satanás





Caminaron juntos, uno al lado del otro alejándose de la iglesia. Rogelio iba tenso, de tanto en tanto miraba a su acompañante por el rabillo del ojo pues no se atrevía a mirarle de frente. Hacía ya largo rato que se hallaban en silencio cuando Lucifer le dijo, en el tono que se emplea cuando se contesta una pregunta obvia.

--Vine porque lo pediste.
--¿Eh?
--Estabas pensando en porqué vine a verte, te lo estoy respondiendo.
--Pero yo no te llamé, respondió Rogelio un poco abrumado.
--¿No? Desde siempre te preguntaste si Dios existía, si algún día estarías seguro de lo que hacías y aquí estoy.
--Es verdad, pero no veo que tiene que ver.
--¿No? Yo sí. Estoy confirmando tu Fe Rogelio. Te enseñaron que Dios está en todas partes y en todas las cosas; yo también. En tu librito, se habla mucho sobre mí; entonces, si yo existo, todo cuanto te cuestionabas es verdad. Pero sigamos caminando, pronto llegaremos a nuestra primera parada, hay algo que deseo que veas.

El camino los llevó hasta la Plaza de las Misiones, esta ocupaba toda una manzana y estaba unos cuantos metros sobre el nivel de la calle. Unas palmeras, algunos arbustos y pasto seco era todo cuanto poseía además de algunos juegos para niños hechos en acero y unas pocas hamacas, todo esto en muy mal estado.

No subieron a la plaza, sino que detuvieron su marcha a mitad de cuadra. Satanás apuntó con su mano a una casa de dos pisos que había en la vereda de enfrente. Era blanca, de estilo moderno con un gran balcón en el que colgaban algunas ropas que se secaban después de un lavado. Tras las ropas había una ventana en la que una tenue luz de color amarillento se encendió, por su poca intensidad resultaba evidente que se trataba de una lámpara veladora.

--Ya es hora, dijo Damián, dame tu mano y déjate de pavadas que no te voy a sacar un pedazo.

Rogelio obedeció en silencio. En un primer momento se sintió extraño al contacto de la mano fría como el hielo. "Estoy tocando a Satanás" pensó. Pero pronto una súbita sensación de calor abrasador lo invadió, casi le quemaba y sintió que una fuerza invisible lo succionaba envolviéndolo en una espiral oscura casi negra que le aprisionaba el pecho. Esa extraña experiencia duró poco, tan pronto como llegó, cesó.

Se encontraba en una habitación que parecía ser una sala de estar, una pequeña ventana daba a una recámara. Rogelio pensó que esa ventana estaba totalmente fuera de lugar.

--Si, dijo el otro, la he puesto yo para que podamos ver todo, es importante que te hagas una idea general del cuadro que quiero mostrarte. Pero anda, mira por la ventana, no te preocupes, no pueden vernos.

El Padre miró dentro de la habitación y vio a la chica que estaba sentada en la primera fila de bancos de la iglesia en la misa de la tarde anterior, aquélla que tanto lo excitaba y atormentaba.
Estaba boca abajo en la cama, completamente desnuda con la cadera levemente elevada y las piernas bastante separadas.

Detrás de ella, un hombre bastante mayor que ella, tal vez unos treinta años mayor, sumamente alto, fornido y muy velludo la penetraba con violencia, pero en silencio. Levemente inclinado hacia delante, una de sus manos la tomaba de una nalga introduciendo su dedo pulgar en el ano de la chica mientras que con la otra jalaba de su cabello tirando hacia el costado opuesto a la puerta y contra el colchón por lo que la chica miraba directamente hacia la puerta que estaba entre abierta.

--Evidentemente la está violando, comentó Satanás con el tono que se emplea cuando se explica algo obvio, o... al menos eso cree su padrastro. Pero mira su rostro ¿ves en el dolor y sufrimiento?

Rogelio contempló el rostro de la muchacha unos momentos y respondió:

--No, veo cierto placer morboso. Se nota en sus ojos.
--¿Y hacia donde miran esos ojitos morbosos?
--Hacia la puerta.
--Entonces deja de mirar por la ventana y dirige tus ojos a la puerta que tienes a tu derecha.

El cura miró hacia donde Lucifer le indicaba y vio a una mujer de unos cuarenta años en la que al instante reconoció a la madre de la muchacha. Llevaba puesto un salto de cama de algodón color blanco abierto, bajo este, un pequeño camisón de seda y encaje, a tono con el salto de cama que resaltaba sus bien formados pechos, estaba descalza.

La mujer espiaba la escena con morboso placer al tiempo que se masturbaba con una mano y se apretaba los senos con la otra. De tanto en tanto cambiaba de mano y se lamía los húmedos y sabrosos dedos bañados con su esencia.

Dentro de la habitación, la supuesta violación seguía su curso, la chica miraba hacia la puerta sabedora de que su madre estaba al otro lado jadeante, mojada, excitada, perversa.

Rogelio no daba crédito a sus ojos, se sentía totalmente aturdido y lleno de asco, pero no atinó a hacer nada, sabía que no podía.

--Suficiente, dijo el Señor de las Tinieblas, y lo tomó de la mano.

Nuevamente sintió el cura aquel calor abrasador y al momento se encontraban sentados en un banco de la plaza frente a la casa. Por el desnivel de la misma, se hallaban en línea recta con el balcón de la casa en que instantes antes habían presenciado tan bizarro espectáculo, la luz todavía estaba encendida.

--No hables, Rogelio. Deja que te cuente el cuadro de situación.
Como te habrás dado cuenta, el padrastro de tu bebota estaba violando a su hijastra, disfrutando enormemente de su faena. Es violación porque él cree realmente que la está violando, es importante que entiendas eso. Lleva haciéndolo más de cuatro años.
Tu bebota cristiana, disfruta mucho el hecho de que su padrastro la someta ¡de hecho le parece la cosa más excitante del mundo! Más que cualquier otra experiencia sexual que haya tenido, y eso ya es decir mucho. Ese plus de excitación se lo da no solo el hecho de sentirse una perra ultrajada, también la excita saber que su madre lo sabe y la observa sin hacer nada, excitándose con su supuesto sufrimiento, ¿linda familia verdad?

La madre engaña a su marido. Finge que ignora la situación, por las noches seduce y excita a su esposo negándose luego a satisfacer sus bajos instintos, dice que le duele la cabeza y simula tomar pastillas para dormir. Cuando su esposo cree que está profundamente dormida sale furtivamente de la habitación y se mete en la de su hijastra, entonces ella se levanta y va a deleitarse con el espectáculo. Claro que no sabe que su hija es conciente de que los observa.

A la mañana todos desayunan juntos como si nada hubiese ocurrido.
Yo te pregunto Rogelio: ¿Quién es el más hipócrita de este simpático trío? ¿Cuál de ellos es el más perverso y merecedor de bajar primero a mi reino? ¿No son los tres, acaso, devotos cristianos que todos los domingos asisten a tu misa? ¿Dónde está el dios al que sirves que permite todo esto? ¿Tienen estos pecadores posibilidad de salvación?

Rogelio no respondió, estaba demasiado consternado para hablar. Introdujo su mano en el bolsillo izquierdo de su abrigo extrayendo un paquete de cigarrillos. Encendió un pitillo y maquinalmente ofreció otro a su acompañante sin siquiera mirarlo y sin reparar en quien era.
Damián lo miró divertido
--¿Por qué no? Exclamó, y tomó un cigarrillo que soplo en la punta y este se encendió al instante.

La luz en la ventana se apagó.

--Bien, el espectáculo terminó, sigamos nuestro camino, quedan todavía otras cosas que debes ver.

Abandonaron la plaza caminando lento y sin hablar. Tomaron por una calle oscura con adoquines, más al llegar a una esquina Rogelio preguntó:

--¿A dónde me llevas?
--¿Es que no te enseñaron a tener paciencia? Ya lo verás. Ahora no hables, deja que se grave en tu mente lo que acabas de ver.

Llevándose un dedo a la boca en señal de silencio le indicó al cura que por el momento la charla había terminado.

Siguieron avanzando y ya no hablaron más.


Capítulo 4

El sadismo en la tercera edad





Rogelio caminaba lentamente, sin hacer ruido y sin hablar. Su mente aturdida funcionaba a toda velocidad, las imágenes de cuanto había visto se sucedían una tras otra rápidamente en un frenético flash-back.

El camino elegido por su acompañante le llevó hacia una casa muy derruida en la calle Figurita.
En el frente había un jardín en muy mal estado que había perdido la batalla contra la mala hierba y su decadencia era total.
Era excesivamente largo, al final se erguía una casona antigua de altas puertas de madera, ventanas venecianas, fachada de piedra laja y techo a dos aguas. Un lúgubre farol se balanceaba con el viento chirriando lastimosamente y su tenue luz amarillenta formaba en la pared tétricas y caprichosas sombras. A Rogelio la casa se le antojó muy similar a las que se ven en las películas de terror en las que algún enmascarado psicópata acecha a las indefensas víctimas con una cuchilla.
Una fría ráfaga de viento lo caló hasta los huesos.

--- Es aquí, dijo Damián y con la punta de su cetrino dedo tocó la cerradura y esta hizo un chasquido metálico.
Acto seguido la puerta se abrió con un fuerte chirrido.

--- Vos primero Rogelio, no vayas a pensar que no tengo modales.

Ambos entraron en la estancia y a los pocos segundos los ojos del cura se acostumbraron a la oscuridad. Un fuerte olor, mezcla de mugre y orín de gato invadió la nariz de Rogelio, sintió náuseas.

--- ¡Qué asco! Dijo; y temeroso por desobedecer la orden de silencio impuesta por el otro, calló nuevamente.

Estaban parados en medio de la sala de estar de la casa. En la penumbra, pudo distinguir los muebles; todos ellos muy antiguos y sucios. Eran demasiados, casi se parecía más a un depósito que a una sala.
Había muchos gatos de aspecto feroz y salvaje que no parecían notar su presencia.

Una escalera de madera conducía al primer piso, al otro lado de la habitación varias puertas conducían hacia otras dependencias de la casa. Una de ellas estaba entre abierta dejando escapar una tenue luz y un ruido como de estática. Al instante comprendió Rogelio que se trataba de un televisor. Un grito ahogado, gutural y agonizante salió de la habitación.

--- Entremos Rogelio. Estoy seguro que te gustará lo que verás.

Caminaron unos pocos pasos, con cuidado de no pisar el excremento de gato que cubría gran parte del piso y al entrar en la habitación se encontraron con un anciano de unos ochenta años atado a una silla de ruedas. Estaba completamente desnudo y muy sucio. Las ligaduras que lo apresaban en la silla estaban tan apretadas que sus miembros tenían un leve color morado. Insertada en su pene una sonda llevaba su orina hasta un balde al costado de la silla. Su miembro, otrora viril, mostraba signos inequívocos de infección, estaba lleno de pus.

El pobre viejo estaba hemipléjico, Rogelio lo sabía desde hacía tiempo, su esposa se lo había dicho, de hecho iba todos los domingos a misa y oraba por él.

La silla estaba dispuesta de tal forma que estaba enfrentada con los pies de la cama, separada de esta por unos cincuenta centímetros. Allí sentada se encontraba la esposa del infelíz, vestida con un camisón rosado muy gastado y sucio. Estaba descalza, sus pies llenos de callos eran bastante deformes y la mugre entre los dedos era visible desde lejos aún en la oscuridad.

Tenía muchas arrugas, más de las que el cura pensaba que un rostro podía llegar a tener, los ojos pintarrajeados de verde y con unas pestañas postizas enormes. En conjunto un cuadro bizarro y espeluznante.

Le embutía a su marido enormes cucharadas de helado con mucha violencia mientras que el anciano trataba desesperadamente de esquivarla meneando la cabeza.
Trataba de gritar medio ahogado entre el llanto, los mocos y el helado y cuanto más se resistía, más parecía disfrutarlo la endemoniada vieja.

--- Come, le decía, con voz melosa y burlona.--- Es por tu bien, sino tendré que hacerte daño.

Dicho esto le dio una gran bocanada al cigarrillo que sostenía en su mano derecha y luego se lo apagó en la ingle, con mucha saña disfrutándolo enormemente.

El anciano aulló de dolor y ella le escupió la cara riendo estridentemente mientras le zampaba una nueva cucharada de helado.

Mirando la enorme fuente de helado encima de la cama le dijo:
--- Aun no te lo acabas Pepe ¡si queda más de la mitad! Y volvió a reír.

La ira, el asco y la compasión invadieron el pecho de Rogelio. Inconscientemente dio un paso hacia delante para arrojarse encima de la sádica anciana pero su acompañante le puso con firmeza una mano en el pecho y sus ojos rojos miraron al sacerdote de manera tal que este se sintió abrumado y paralizado, desistiendo al instante de su actitud.

---No debemos intervenir Rogelio, esa es la primera regla.
---Pero…
--- Suficiente, nos vamos. Dejemos a esta gente cenar en paz.

Salieron a la calle, el frío se había intensificado, calándole los huesos al cura, pero casi ni lo sentía, así de abrumado estaba por la escena vista en el interior de aquella casa infame.

--- ¿Y bien?
--- ¿Qué querés que te diga? No entiendo porque haces esto.
---De eso estoy seguro, es evidente que no entiendes nada.
---No.
--- Yo no hago nada Rogelio, vosotros los humanos fueron agraciados con la gracia del libre albedrío, pero ya que no lo entiendes te contaré una historia.
Hace muchos años esos viejos eran jóvenes y apuestos. Como tantas parejas se enamoraron y luego de contraer matrimonio vinieron a vivir a esta casa.
Con el tiempo José comenzó a llegar borracho y frecuentemente golpeaba a su esposa y en algunas ocasiones la violaba.
La convivencia se hizo bastante difícil entre borracheras, golpes y vejámenes, pero tu buena feligresa, Doña Cristina, era y "es" muy creyente y nunca se divorció porque "el Señor no lo permite" pero el odio fue anidando en su corazón, pudriendo de a poco su alma.

Nunca tuvieron hijos, algo que José le recriminaba cada vez que regresaba ebrio y la violaba y golpeaba salvajemente. Ese fue el curso normal de su relación durante largos años, hasta que se hicieron viejos.

Como te podrás imaginar, los años de excesos alcohólicos, mala alimentación y tabaco le terminaron pasando factura al viejo Pepe. El médico le advirtió que de no cambiar de hábitos estaría propenso a sufrir algún tipo de ataque.
Él, que siempre fue terco, no hizo caso de las advertencias y terminó tal cual lo has visto, postrado por la hemiplejía, en esa silla asquerosa.

Desde ese momento, su esposa comenzó su venganza, eso claro está, no hace falta que te lo explique, pues lo viste con tus propios ojos. Convídame otro cigarrillo querido, me han gustado mucho ¿sabes?... Gracias. En resumen esa es la historia.

--- ¿Te divierte todo esto verdad? --- Le espetó Rogelio visiblemente afectado y con los ojos llorosos.
--- Ni me divierte, ni me importa; pero si me lo preguntas me parece justo. Él vivió haciendo infeliz a su mujer durante años, ahora ella le devuelve el golpe. Es lo justo. La pregunta es: ¿Dónde está tu Dios que permite estas cosas tan terribles? Según vos, él es misericordioso... ¡y los ama tanto! Esto Rogelio querido, no es amor, piénsalo. ¡Pero hay que reconocer que tiene sentido del humor el muy hijo de puta!
Pongámonos en marcha.

Volvieron sobre sus pasos hasta la avenida Garibaldi desierta y ventosa, y por ella uno al lado del otro hacia su próximo destino, el cual no estaba demasiado lejos.




Capítulo 5

Una blasfemia particular





--- Todo esto es tan extraño, comentó Rogelio mientras encendía otro cigarrillo. Acomodó su pitillo en la comisura derecha de su boca y guardó sus manos en los bolsillos de su abrigo, hacía demasiado frío para sostener entre los dedos el cigarro.

A pesar de lo grotesco y extraño de la situación ya no sentía tanto miedo. Mal que le pesase se estaba acostumbrando a la presencia de su acompañante y ya no se sentía tan incómodo.

---¿De veras? A mí me parece de lo más normal.
---¡Pues no lo es! Toda esta mierda que me estás mostrando no puede ser real.
--- Dos cosas Rogelio: la primera no digas palabrotas, a tu Señor no le gusta - y bajando la voz agregó - en realidad sí, pero no quiere admitirlo, y rompió en una sonora carcajada a la que el cura respondió con un silencio sepulcral.
--- Sí, prosiguió Lucifer, tu Dios es un hijo de la gran puta, es sádico (incluso más que yo), déspota y otras cosas más, pero ya hablaremos más tarde de eso; por ahora, es otro el tema que me interesa ¿recuerdas que te dije dos cosas? Bien, tú me dices que no es normal lo que viste, que no puede ser. Amigo mío es tan normal como que sucede a cada rato y en todas partes.
El hecho de que sean miembros de tu iglesia no los exime de nada. La gente es falsa, corrupta, cruel... sobre todo cruel, siempre lo fue ¿y sabes por qué? Porque está en su naturaleza y estas pequeñas escenas que has presenciado te lo demuestran, pero la crueldad y el deseo de hacer daño son cosas un poco complicadas de entender, a veces es difícil decidir quien es cruel con quien. Piénsalo y verás que tengo razón. Nada más analiza lo que has visto hasta el momento y te darás cuenta de la complejidad que tiene juzgar a otro por sus actos.
Lo más gracioso es que siempre terminan culpándome a mí por todo.

A Rogelio se le vino a la mente la dantesca escena de la joven supuestamente violada por su padrastro, la madre espiando mientras se masturbaba y que la joven lo gozaba morbosamente.
Tuvo que reconocer que le costaba trabajo decidir quién de los tres era más cruel.

---¿Difícil, verdad? - prosiguió el amo de las sombras - pues yo tengo la respuesta: el más cruel es Dios. ¡Bah! No me mires así, es la verdad. Ustedes suelen achacarme a mí la culpa de todo, pero con frecuencia no tengo nada que ver. ¡El diablo te engaña! que mentira más grande, vosotros os mentís, agredís y matáis todo el tiempo y sin mi ayuda, y cuando la hora llega, entonces si sois míos, pero hay quienes sufren sin mi ayuda, otros si y no lo niego. Pero ten presente que si lo hago es porque se lo merecen y que aquel al que sirves está de acuerdo.
Créeme, Rogelio querido, Dios es un hijo de puta y puedo probártelo, pero no hablemos más de eso ahora, ya habrá tiempo más tarde de explicártelo. Ahora querido, quiero que veas algo... diferente por así decirlo.

Sus pasos los habían llevado a un edificio de unos diez pisos, cubiertas sus fachadas de rojos ladrillos, era más ancho que alto; a Rogelio se le antojó grotesco y no le agradó.

--- Nuestro destino, exclamó Damián, es allí arriba en el último piso. Dame tu mano.

Una succión imponente arremetió contra el cura, todo se puso negro y su estómago pareció comprimirse . Tan pronto como llegó, la sensación se fue.

Ambos se encontraban sentados en un raído sillón uno al lado del otro.
Al principio el cura no veía nada, la mágica aparición lo había dejado atontado.
Palpando el sillón con ambas manos, como queriéndose asegurar de que estaba sentado sobre algo firme, miró a su acompañante quien sentado a su lado sostenía una gran fuente de palomitas, este le devolvió divertido la mirada y al tiempo que cruzaba las piernas le dijo hablando con dificultad mientras masticaba un montón de palomitas.

---¿Quieres? Están buenas. No me veas a mi Rogelio, ¡mira a tu tesorero!

En un primer instante no entendía bien la escena, o más bien sus ojos se negaban a creer lo que veían.

En aquella habitación de medianas dimensiones y paredes escandalosamente pintadas en color rosa, sin ventanas y con un excesivo olor a colonia barata, un hombre desnudo yacía de rodillas en el suelo y su pecho sobre el colchón. Sus muñecas sujetas con grilletes y cadenas lo amarraban a la cabecera de la cama, hecha de hierro forjado y de la cual colgaba una imagen del corazón de Jesús.
Detrás de él, una muchacha rubia de prominentes pechos y puntiagudas uñas color rojo estaba también de rodillas. Llevaba puesto un arnés que en lugar de un dildo tenía un enorme crucifijo de bronce con el cual lo penetraba haciéndole un evidente daño, pues Rogelio pudo ver como tanto en el crucifijo, como alrededor del ano del sujeto había sangre y materia fecal.

Otra chica de largos y lacios cabellos negros y piel cetrina, que llevaba puesto un corset rojo por única vestimenta, le daba de latigazos tan fuerte como podía. Ambas mujeres llevaban en sus cabezas tocados de monja.

Tanto la espalda como el cuello del hombre estaban cubiertos de sangre y sudor a causa de los latigazos. Entre sus gritos y alaridos, Rogelio pudo escuchar que rezaba el Padre Nuestro.

---¡Qué lindo espectáculo! - dijo Damián - ¿Acaso no es una gran muestra de devoción mi querido Rogelio? No vas a negar que el bueno del señor Ross es todo un devoto de tu Señor. ¿En serio no querés? Si me las acabo no hay reclamos. ¿Por qué me miras así? Podrá ser feo el sillón pero fue lo primero que se me ocurrió y además es cómodo.

Dicho esto se volvió a llenar la boca de palomitas y luego apuntando hacia la cama le hizo señas a Rogelio de que continuara observando.

El sacerdote no daba crédito a sus sentidos una vez más. No articuló palabra alguna, el asco y la repulsión se lo impedían. Absorto contemplaba como aquellas rameras castigaban a su notario.

El señor Ross era, desde hacía diez años, administrador de la iglesia de San Miguel y del colegio del mismo nombre al que había concurrido en su niñez y al que sus tres hijas concurrían también.

No sabía el cura cuanto tiempo estuvieron presenciando aquel espectáculo macabro, los minutos se le antojaban horas.
Cuando por fin dejaron de penetrarlo con el crucifijo le pasaron este por la cara ensuciándolo de sangre y materia fecal y luego lo obligaron a lamerlo y succionarlo hasta que quedó limpio. Como broche de oro ambas mujeres orinaron encima del Señor Ross quien a pesar del dolor parecía sonreír satisfecho. Finalmente lo liberaron de los grilletes.

--- Ya es suficiente de esto, nos vamos.
Con un chasquido de sus dedos hizo que todo quedara oscuro y al instante siguiente ambos se encontraban de pie en la acera de la avenida Garibaldi frente a la puerta del edificio.

Damián estiró su mano y le alargó al cura un paquete de cigarrillos.

--- Toma Rogelio, te fumaste el último antes de que visitásemos esas golfas. Lo peor de todo es que le cobran carísimo. Dijo sacudiendo la cabeza.

El aturdido Padre tomó el paquete de cigarrillos y encendió uno sin decir palabra alguna y devolvió el paquete a su interlocutor.

--- Quédatelos, te hacen falta.
--- Gracias, dijo el cura y volvió a sumergirse en el más absoluto silencio.
--- ¡Pero hombre de Dios! ¿Es que no vas a decir nada, no te ha gustado comprobar cuan fiel es el bueno de Ross?
--- ¿Qué quieres que te diga? Se va a pudrir por blasfemo, hereje y degenerado.
--- Es igual que tú, a ti también te gusta introducirte cosas. Le dijo al tiempo que le guiñaba un ojo.
--- No es cier...
--- ¡No me mientas! Le gritó, yo lo sé todo. ¿Cuál es la diferencia, que tú eres bueno y él no? ¿Qué tienes sentimientos de bondad hacia tus prójimos?
No puedes decir que él no los tenga.
Es verdad, quizás se pudra en el infierno, pero estás seguro de que es un hereje? Tal vez, es solo un pobre hombre con una severa enfermedad mental, un demente que por algún motivo necesita mortificarse creyendo que de esa manera se acerca más a tu Dios a través del sufrimiento y el dolor. No es el único créeme, he visto cosas peores. Eso es lo bueno de ustedes, siempre logran sorprenderme con sus genialidades. Sobre todo a la hora de ingeniárselas para matar al prójimo, ahí realmente se lucen.

Yo creo que el hereje es Dios y no me mires así. Él sabe lo que hace este hombre y lo permite, quizás le gusta ver como lo sodomizan. ¿No es que tu Dios todo lo puede? Si es así, con mover un dedo podría hacer que este hombre dejara de hacerse coger por una puta con un crucifijo y no lo hace. ¡Y vos me mirabas con cara de loco porque comía unas palomitas!
--- ¡Nos dio el libre albedrío!
--- ¡Bah! No me vengas con eso, y si este tipo está enfermo de la cabeza y no está en su sano juicio, entonces no tiene posibilidad de elegir, solo sufre y Dios lo deja, lo ve desde el cielo como el buen padre que es. ¡Es más, si está enfermo también es su culpa! ¿No es acaso el creador de todas las cosas?
Si quieres me puedes culpar de su comportamiento y aun así sigue siendo culpa de él.
Ya te lo dije antes: No intervenir es la primera regla.
¿No te das cuenta? Él es verdadero sádico que juega con ustedes, no son más que meras marionetas.

Por sus actos, cuando muera será mío. ¿Es realmente eso justo si es un demente, y si lo hace por placer, es justo castigar a alguien por el simple hecho de buscar un poco de placer sin hacer daño a nadie? El siente placer y esas putas obtienen un buen dinero, todos ganan y nadie pierde. ¿Qué es la justicia Rogelio?
Mientras piensas en ello te diré que el señor Ross concurre a este retiro espiritual cada mes desde hace ocho años, permanece allí una hora y paga por ello cien dólares. Bueno si te consuela de algo a las putas también me las llevaré llegado el momento. ¿Por qué esa cara, eso tampoco te conforma? Te complicas demasiado querido mío, la gente ha sido así desde que el mundo es mundo y no cambiará. Claro que de vez en cuando aparece algún loco altruista que quiere cambiarlo todo. A veces terminan clavados en un palo… o en una cruz.
Sé que estás pensando en si lo hace por placer o si está demente. Eso es algo que no te diré, tendrás que averiguarlo tú mismo.

--- ¿Y ellas?
--- Quizás sean dementes también. Anda caminemos ¡hay tanto que ver todavía!




Capítulo 6

Un viaje por mentes ajenas.





A Rogelio se le acumulaban en la mente demasiadas ideas y le costaba trabajo ponerlas en orden. El miedo había desaparecido casi por completo pero en cambio se encontraba sumido en una gran confusión.
Por momentos se veía a si mismo transitando por un siniestro laberinto del que era casi imposible salir.

Su mente buceaba en un mar de incertidumbres; interrogantes que difícilmente lograría contestar y cuyas formulaciones admitían más de una respuesta.

Conceptos tales como: amor, odio, alegría, placer o justica ya no tenían el mismo significado y comenzaban a tornarse más ambiguos. En su cerebro cada interrogante disparaba otras que su vez también se replicaban a sí mismas.

Hacía un rato ya que caminaban por las calles desiertas e inanimadas en las que el viento soplaba con un ulular triste y melancólico.

La noche era el reino del pecado y Rogelio lo sabía. Al amparo de la oscuridad afloraban los instintos básicos, y el hombre se diferenciaba poco del resto de las bestias.

---No es tan complicado Rogelio, no deberías darle tantas vueltas al asunto. Sé que ahora no lo entiendes pero llegado el momento te lo explicaré.
---No creo que haya mucho que explicar.
---Hay mucho que comprender y lo ideal sería que lo comprendieras sin que te lo explique. Más adelante tendremos una charla “didáctica” por así decirlo. Hace un rato pensabas en algo interesante y debo decirte que a tu manera tienes razón, la noche es el reino del pecado. Ahora dime querido, ¿qué es el pecado?
---No necesito explicártelo, eso tú lo sabes bien.
---No has entendido mi pregunta, lo que deseo que me digas es tu idea de pecado.
---¿Acaso no lo sabes?
---Sí, pero de todas formas me gustaría escucharte.
---Un pecado es la transgresión voluntaria de un precepto tenido por bueno, es hacer cosas malas.
---Eso es demasiado básico querido, y además no es verdad. ¿Qué es bueno y qué es malo?
Son conceptos que van cambiando con el paso del tiempo, y según tu razonamiento lo que antes no era pecado ahora lo es y viceversa. No obstante el pecado sigue siendo pecado. Razonemos juntos, ¿mentir es pecado?
---Sí.
---¿Matar es pecado?
---Sí.
---¿Herir al prójimo?
---Sí.
---¿Amar?
---No.
---¿Entonces qué pasa si mientes, hieres o matas por amor?
---Entonces eres pecador.
---Pero eso no es justo. Los jóvenes que mienten para poder estar juntos porque sus padres no aprueban su relación son pecadores y la raíz de su pecado es el amor.
Quien lleno de miedo y odio mata para defenderse o como resultado de las violencias ejercidas en su contra también es pecador. El deseo Rogelio, es fuente de pecado y sin embargo desear es natural. Un hombre desea sexo pero su mujer no le satisface y aunque la ama no puede luchar contra el deseo y entonces comete infidelidad. Ese hombre es pecador. Su mujer lo ignora y es feliz con su vida de pareja y ya no tiene que sentirse presionada por los lujuriosos deseos de su esposo. No obstante ese hombre ha pecado y lo seguirá haciendo. Peca y lo sabe, pero quiere ser feliz, ¿acaso no tiene derecho a la felicidad? El pecado está en todas partes y ustedes han tomado por costumbre adjudicarme a mí sus culpas, pero la realidad es que hacen las cosas porque así lo desean. El pecado no es otra cosa que ir contra la voluntad de Dios, tan simple como eso. Si lo miras bien todos son pecadores porque lo único que se puede hacer para no pecar es pasarse la vida rezando hincado en tu iglesia de mierda o en otra, si se puede peor.

Rogelio no decía nada, tan solo escuchaba y en su fuero interno no podía evitar admitir que aquel razonamiento tenía mucha coherencia.

---Tú mismo pecas cada día mi querido párroco, pero te consideras un hombre bueno. La bondad no es más que un mero punto de vista.

Sus pazos los habían conducido hasta la vieja Terminal Goes en la que los únicos habitantes eran unos cuantos indigentes que acomodados como podían dormitaban al abrigo de cartones y diarios. La decadencia hacía tiempo les había ganado la batalla y al verlos el cura recordó a Baudellaire y su poema “Las flores del mal”.
El olor agrio y penetrante de la mugre añeja y los excrementos que despedían aquellos cuerpos era de una pestilencia tal que Rogelio sentía náuseas y a duras penas podía contener las ganas de vomitar.

---¿Verdad que dan asco?
---Me dan pena.
---¡Y asco también! No tiene caso negarlo, yo lo sé todo. Está bien que te den asco porque son realmente asquerosos. Ya es hora de una nueva lección, dame tus manos.

Rogelio extendió su mano derecha hacia su acompañante.

---Las dos.

El cura obedeció y puso ambas manos frente a Damián con las palmas vueltas hacia arriba, este posó las suyas en las de Rogelio y las puntiagudas uñas negras brillaron a la luz artificial de la vieja terminal.
Sin previo aviso el Señor de la Oscuridad clavó sus uñas en ambas manos del sorprendido cura.
El dolor era muy agudo y sentía que la sangre quemaba en las venas, pero lo que más le asustó fue ver el cambio que se daba en sus manos. Estas se volvían de un blanco azulado semejante al de los cadáveres. Los dedos se afinaron y alargaron y daba la impresión que la carne había desaparecido y solo quedaban piel y huesos. Las uñas le habían crecido y se habían tornado negras. Cuando Lucifer lo soltó los hoyos en sus manos y muñecas se cerraron sin dejar ninguna marca y el dolor cesó.

El cura levantó las manos para poder contemplarlas al tiempo que movía los dedos para comprobar que todavía le respondían.

---No seas flojo Rogelio, no ha sido para tanto.
---¿Qué me has hecho?
---Te he dado una habilidad, en préstamo claro. Pero todavía no estás completo te vestiré para la ocasión.

Se acercó a Rogelio y apoyó la mano en su pecho, la ropa del cura desapareció como por arte de magia y se encontró totalmente desnudo en medio de la fría noche. Al instante un extraño vapor de color oscuro comenzó a rodearlo y envolverlo y finalmente se convirtió en una extraña tela que lo cubrió a modo de túnica y solo sus pies desnudos asomaban de entre aquella extraña vestimenta. Las mangas eran anchas y también tenía una capucha la cual Rogelio se quitó apresuradamente.

---¡Perfecto! ¿No me digas que no te gusta? Lástima, a mí sí. Además deberías agradecerme que ya no sientes frío.

El sacerdote no había reparado en ese detalle hasta que su acompañante se lo dijo. Era cierto, no sentía frío a pesar de estar con los pies descalzos en el suelo, la textura de aquellas ropas era muy agradable al tacto y se sentía muy cómodo. Una idea cruzó como un rayo por su mente y preguntó sobresaltado:


---¿Estoy muerto?
---No. Solo te cambié de vestimenta, quiero que estés a tono con la tarea. Acércate.

Rogelio caminó hacia su acompañante y notó que se desplazaba con una gran ligereza, casi como si flotara.

---¿Ves aquel pulguiento que duerme contra la pared? Ve hacia él y posa tu mano en su frente.

Llegó hasta donde estaba el indigente y luego de vacilar unos momentos se arrodilló a su lado y tocó su frente. Al instante vio pasar ante sus ojos la vida de aquel pordiosero, era como si estuviera viendo una película de adelante hacia atrás al igual que cuando se presiona el botón de retroceder en el reproductor de video. A las imágenes las acompañaban sentimientos bastante variados pero casi ninguno era de congoja. Continuó viendo dentro del alma de aquel vagabundo hasta llegar a su niñez y entonces quitó su mano. Una pregunta asaltó su mente de repente y comprendió que la respuesta solo la obtendría si volvía a tocarlo y así lo hizo. Al momento pudo ver al mendigo tal cual como era en realidad y nuevamente lo soltó.
El Señor Oscuro se encontraba parado a su lado, cuando Rogelio se incorporó le preguntó:

---¿Y bien, es este hombre un miserable?
---No lo sé. Solo sé que es feliz tal cual como es. Al tocarlo pude ver el transcurso de su vida, casi toda ella se la ha pasado siendo un miserable y se me ocurrió pensar en cuáles serían sus deseos para sentirse feliz y pude ver que era feliz tal cual es.
----Bien, ahora has lo mismo con aquel de allá.


Rogelio obediente se acercó a otro vago y repitió la misma operación que con el anterior pero esta vez el resultado fue diferente.

Sintió que un odio muy fuerte le invadía cada fibra de su ser. Ese hombre estaba lleno de envidia, quería todo lo que otros tenían por el simple hecho de que le pertenecía a otra persona. Disfrutaba imponiéndose al resto y era cruel.
Al repasar su vida pudo comprobar que había golpeado y violado niños disfrutándolo enormemente. Supo que la sucia frazada con la que estaba tapado se la había quitado a otro indigente que tiritaba en un rincón, apenas protegido con algunas revistas viejas y víctima de una fuerte tos. Se la había quitado mediante golpes y amenazas la tarde anterior dejándole una herida sangrante en el rostro.

Pero lo más alarmante fue que pudo ver que llevaba en la mano un puñal. Se preguntó porque y automáticamente la respuesta se presentó en su mente como una siniestra película. Planeaba asesinar al vago feliz, simplemente porque le molestaba su felicidad.

Inconscientemente Rogelio rodeó el cuello del repugnante pordiosero con su mano derecha y sintió que nuevamente el calor abrazador recorría sus venas. Al apretar notó que podía hacerlo sin el menor esfuerzo y se sintió poderoso. La mano de Damián se posó en su hombro y le dijo:

---No debemos intervenir, recuérdalo.

El sentir aquella voz hizo que Rogelio soltara al vagabundo quien volvió a respirar dando profundas bocanadas pero sin despertarse de su sueño.

Se sentía confuso y avergonzado, y miró a su interlocutor en espera de alguna explicación.

---Será mío, no le pongas duda.
---Pues de verdad se lo merece.

A pesar de haber recuperado el control sobre sí mismo la furia no lo había abandonado del todo. En vano trataba de encontrar una explicación a su comportamiento pero no atinaba a dar con la respuesta.

Experimentaba un furor tan fuerte como nunca antes, una excitación tremenda y aquel extraño calor que recorría sus venas no lo abandonaba aunque ya no le quemaba tanto, parecía haberse estabilizado.
Poco a poco fue tomando conciencia de algunos cambios que al principio no había notado. Todo estaba más brillante y su visión se tornó más aguda y penetrante. Bastaba con focalizar cualquier punto por lejano u oscuro que estuviese y este se tornaba perfectamente visible. Su oído era ahora capaz de escuchar hasta la más mínima señal sonora, inclusos los olores eran más intensos.

Pero sin duda el cambio más significativo fue el poder ver el mundo oculto, un mundo habitado por criaturas invisibles a los ojos humanos pero que ahí estaban. Eran semejantes a los humanos en cuanto a que tenían brazos y piernas pero sus rostros nada tenían de humanos. Sus ojos centellantes eran de un rojo intenso y brillante y la mandíbula prominente albergaba múltiples hileras de filosos dientes. Algunos poseían grandes alas que se asemejaban a las de un dragón o un gran murciélago. Las manos y pies eran de dedos exageradamente largos y fuertes y se parecían más a garras que a extremidades humanas.

Cuando Rogelio les miraba estos automáticamente le devolvían la mirada con sus centellantes ojos, incluso los que estaban de espaldas parecían notar el momento en que Rogelio posaba en ellos su mirada e instantáneamente giraban sus cabezas igual que lo hacen los búhos.

También había otros seres más “humanos” por así decirlo, todos de larga cabellera y físico musculoso. Al igual que los otros, eran seres alados, pero a diferencia de los primeros sus alas eran como la de las aves y su color variaba desde el gris oscuro hasta el blanco más puro. Sus cuerpos emitían una luminosidad de color variable según el individuo.
Todos llevaban corazas protectoras de reluciente metal y los más portaban espadas o lanzas.
Los había machos y hembras

A diferencia de los otros no le devolvían a Rogelio una mirada hostil, por el contrario más bien tendían a ignorarlo luego de una rápida mirada.

Una tercera figura apareció de pronto, era alta muy delgada y las cuencas de sus ojos aparentaban estar vacías.

Su aparición hizo que muchas de las criaturas se acercaran y le siguieran.
Se detuvo al lado del vagabundo herido y enfermo quien seguía tosiendo y tiritando tirado en el suelo, se agacho a su lado y al levantarse había parada a su lado una figura etérea y traslúcida. Rogelio comprendió que se trataba del alma de aquel vago que acababa de morir.

Tan pronto la delgada figura se retiró las criaturas comenzaron a acercarse al difunto cuya alma permanecía de pie junto al que había sido su cuerpo.
Ambos bandos se miraban con hostilidad. Finalmente luego de estudiar al difunto uno de aquellos soldados alados se acercó al alma y la cubrió con sus blancas alas por un momento para finalmente alejarse llevándola consigo.

Aquel extraño calor abandonó a Rogelio y de pronto todo volvió a la normalidad, nuevamente vestía su ropa y sus ojos solo le ofrecían una vista normal del mundo al que pertenecía.


---¿Eran lo que imagino?
---Sí. Felicitaciones Rogelio me has sorprendido, no creí que llegaras a soportarlo.
---No entiendo lo que pasó.
---Al principio tus acciones fueron fruto de la ira de aquel vago, luego viste la otra parte, la que casi nadie ve.
---¿Por qué?
---Me pareció que podía ser ilustrativo.

Damián le tendió la mano a Rogelio y este la cogió. Otra vez aquella sensación, otra vez desaparecieron.



Capítulo 7

La iglesia de San Miguel





Al abrir los ojos el cura reconoció la nave central de su parroquia, miró a su alrededor en busca de su acompañante pero aparentemente se encontraba solo.

Estaba a pocos pasos de la puerta principal y entonces se le ocurrió pensar que todo había sido una alucinación, un sueño muy vívido. Fue entonces que escuchó nuevamente aquella voz que reverberaba y se sentía un poco lejos.

---Todo ha sido real mi buen amigo, aquí estoy.

Rogelio vio a Damián sentado sobre la pila bautismal, este le hablaba sin mirarle al tiempo que tocaba todo cuanto tenía a su alcance con la punta de su bastón.

Se acercó incrédulo a la pila bautismal aunque se detuvo a una distancia que consideró prudente.

---¿Te sorprende que pueda entrar aquí? No debería, aquí no es allí. Dijo apuntando con su dedo índice hacia arriba.
¿Aun crees que Dios te ama Rogelio, qué los ama a todos? No contestes, no hace falta.
---Sí, si lo creo.
---¡Qué manera más peculiar de amar! Él lo sabe todo, lo que pasó y lo que sucederá y no le importa nada de vosotros.
---Eso es mentira.
---¿Sí? Durante siglos se han matado en su nombre y dado que lo sabe todo, todo el tiempo fue consiente de las desgracias que caerían sobre ustedes.

Saltó de la pila bautismal y se acercó a Rogelio caminado en círculos a su alrededor mientras seguía hablando.

---Él es el verdadero sádico, desde el pecado original hacía aquí todo es obra suya, no los ama. Él creó a la serpiente y le dio voz y pensamiento.
---¡No!
---¿Acaso no ha sido suficiente cuanto has visto? No los ama, nadie va al cielo.
--- ¡Vete! Ya no deseo escucharte.
--- Rogelio querido, ¿qué te hace creer que tienes el poder de decirme cuando debo retirarme? No seas ridículo. Ahora dime: ¿prefieres pensar que Dios es un hijo de puta o que se equivoca? Analicemos el Génesis: vamos a obviar la parte de la creación porque es aburrida y nada aporta, lo realmente interesante viene después, cuando aparecen ustedes. Cuando Aquel creó a Adán y luego le dio a Eva como compañera los puso en el Jardín del Edén y les dijo que podrían hacer uso de todo pero que jamás debían de comer de los 3 árboles del centro.
Sucedió que Eva desconoció la voluntad del Todo Poderoso y cogió una fruta de aquellos árboles y luego de morderla convidó a su marido y ambos comieron y desconocieron así la voluntad de Dios.
---Eso fue a causa de la serpiente, protestó el cura.
---Da igual, lo importante de esta cuestión es que desobedecieron. Muchos gustan en decir que la bendita serpiente era yo y no lo era. Contesta las siguientes preguntas Rogelio: ¿Cómo es que sabía la serpiente tanto acerca de aquellos frutos? ¿Quién le había dado aquella información? ¿Con que objeto minó la mente de la mujer incitándola a desobedecer?
La respuesta es Dios. Él creó todas las cosas y como es omnisciente ya sabía de antemano lo que iba a suceder. Entonces es lógico pensar que las cosas se dieron de la forma en que se dieron porque Él así lo quiso. Luego los expulsó de su jardín y de ahí hacia adelante comenzaron vuestras penurias. Está en tu librito Rogelio, si lo razonas verás que es una prueba inequívoca de que es un hijo de puta. Además, ¿qué clase de padre deja que su hijo sea atormentado, torturado y finalmente clavado en una cruz?
---No importa cuánto me digas, no lograrás convencerme.
---No deseo convencerte de nada, tan solo te muestro la realidad.
---¡Mientes!
---¿No te gusta la idea de que Dios sean un hijo de puta? Bueno, entonces vamos a analizarlo desde otro punto de vista. Él no es perfecto, fíjate en Noé. ¿Acaso no fue el arca con el propósito de preservar lo bueno para luego destruir lo malo?
Hagamos memoria: Dios observó que los hombres se estaban multiplicando sobre la faz de la tierra y la maldad crecía en ellos ( es importante que hagamos énfasis en ese punto) Y EL PROPÓSITO DE SU CREACIÓN NO SE CUMPLÍA, ¡tomá! Ahí tenés, se equivocó con ustedes que resultaron ser una plaga.
Luego dijo a Noé que debía construir un arca y en ella llevar a su esposa, a sus hijos Sem, Cam y Jafet y las esposas de estos, porque a él le correspondía mantener el linaje de los hombres.
Adicionalmente, tenía que llevar ciertos animales en parejas, de los puros 7 parejas y de los impuros solo una. Luego llovió.
---Conozco la historia, dijo el cura mientras seguía con la mirada los movimientos del otro que no paraba de caminar en círculos a su alrededor.
---Entonces responde a mi pregunta Rogelio, ¿por qué se equivocó? Quien todo lo sabe no puede equivocarse. Si lo analizas verás que bien su bondad es falsa o su infinita sabiduría lo es. ¡Las farsas siempre caen al final!

Con sus últimas palabras el piso de la iglesia comenzó a temblar de tal manera que Rogelio tuvo que agarrarse de una fila de bancos para no caer.

---¡Todo es falso! Gritaba Damián al tiempo que pateaba cuanto objeto encontraba sobre la mesa central. Un enorme Cristo crucificado cayó de la pared haciéndose añicos.

Rogelio observaba la escena apoyado en un banco y duras penas podía mantenerse en pie a causa de los temblores, la estridente risa de Damián le aterraba más que los temblores y los trozos de revoque que comenzaban a caer de las paredes.

Sintió en la mano con la que se sostenía del banco algo viscoso que le rosaba y vio que múltiples serpientes de amenazantes ojos atestaban los bancos y el piso. Instintivamente se alejó de la fila de bancos y quedó de pie en el medio del pasillo, de pronto una fuerte luz amarillenta lo iluminó todo, eran los cuadros que retrataban la pasión de Cristo que ardían furiosamente en las paredes de la iglesia.

---¡Basta! Gritó el cura pero su voz se vio ahogada por un fuerte ruido metálico y un gran estruendo. Al instante comprendió que la torre del campanario se había desmoronado.

En medio del fuego, las serpientes y los escombros solo la pila bautismal parecía indemne a la destrucción, sobre ella se encontraba Damián sentado observando como el párroco luchaba con el miedo pateando ofidios y esquivando trozos de material.

En un momento en el que sus miradas se cruzaron pudo Rogelio observar el rojo vivo de los ojos del otro, parecían dos bolas de fuego.

El tramo de corredor que había entre ellos se despejó de serpientes y escombros formando un sendero.

---Ven Rogelio, el camino es seguro.
---¡No! No iré contigo.

Las serpientes comenzaron a lanzarse contra sus piernas y cientos de avispas que aparecieron como por arte de magia se golpeaban contra su espala por lo que el cura, más por instinto de conservación que por voluntad propia se vio obligado a avanzar.

---¿Dónde está tu dios que permite todo esto?

Al llegar hasta un par de pasos de la pila bautismal el cura dejó de caminar y las alimañas acometieron contra él con mayor ferocidad.

---¿Por qué haces esto? Gritó.
---Porque es necesario, ya te lo expliqué antes. ¿Ves que no te ama? Si quisiera podría evitar todo esto y sin embargo ahí estás. Yo tampoco te amo, pero al menos no lo oculto.

Rogelio se encontraba de rodillas con las palmas en el suelo, le dolía todo el cuerpo y comenzó a pensar en que después de todo había algo de verdad en las palabras de Damián; Dios le había abandonado. Tan poco le importaba su suerte que permitía que tales cosas sucedieran dentro de la parroquia. Comenzó a sentir ira en su corazón, no obstante era un hombre bueno y preferiría morir antes que aceptar a quien tenía enfrente.

Una quemazón semejante a la que produce un metal caliente al contacto con la piel le lastimaba el cuello y el pecho, tirando del pequeño crucifijo arrancó con violencia la cadena de plata con la cual estaba sujeto a su cuello profiriendo un fuerte alarido.
La pequeña cruz le había hecho una llaga en la mano dejándole grabada la santa imagen.

---No tengo miedo de morir, aunque así suceda no iré contigo, no voluntariamente.
---Si ese es tu deseo Rogelio, entonces está bien.

El cura sintió que todo el cuerpo se le quemaba y pronto se vio cegado por la luz de las llamas, unos instantes más tarde todo quedó a oscuras, incluso su conciencia.


Capítulo 8

Revelaciones



Rogelio se encontraba desnudo, con los pies tocando la hierba mojada, no hacía frío ni calor, era una pradera enorme sin árboles y una leve niebla lo teñía todo de un gris blancuzco.

Sin saber que hacer permaneció de pie inmóvil pensando en todo lo sucedido, de pronto una voz clara habló a sus espaldas:

---Todavía no es tiempo.

Era un hombre joven vestido cual soldado romano aunque completamente de blanco, los broches de su armadura al igual que sus sandalias eran doradas.

Rogelio sin saber cómo reconoció en aquel hombre al arcángel Gabriel.

---¿Si no estoy muerto entonces que hago aquí?
---Estás aquí para saber que todo cuanto has visto y oído es verdad.
---No he visto cosas buenas y ya no estoy seguro de muchas.
---Antes tampoco lo estabas, ahora tus dudas son otras pero sabes lo que es verdad y lo que no.

Luego de estas palabras el párroco sintió desvanecerse y cuando despertó se encontraba nuevamente en la iglesia, todo había vuelto a la normalidad y volvió a pensar que todo había sido una ilusión. Con ese pensamiento en la cabeza se levantó del suelo bastante aturdido.

Entonces escuchó la voz de Damián:

---Mira que eres terco ya te he dicho que no fue una ilusión, y con un gesto le indicó que la palma de su mano.

Rogelio se observó la mano y comprobó que llevaba en ella la quemadura en forma de cruz, la herida se parecía a un estigma. Luego de observarla durante un rato preguntó.

---¿Por qué has venido?
---Porque allá donde se puede todo lo que se quiere así se dispuso.

Dicho esto se dio media vuelta y se alejó rumbo a la puerta a paso lento, al llegar al umbral se detuvo, saludo a Rogelio con una leve inclinación de cabeza y luego se desvaneció.


FIN