miércoles, 18 de abril de 2012

DE CUANDO EL INVIERNO SE NEGÓ A PARTIR

El aire frío y húmedo de la mañana se dejaba sentir.
Al salir el sol, la bruma fue desapareciendo poco a poco y las gotitas de rocío brillaban en la hierba como pequeñas perlas transparentes que pendían de los tallos temerosas de caer.
A lo lejos los pájaros cantan la primer canción de la mañana, les piden a las nubes que dejen pasar los rayos de sol para que las flores crezcan fuertes y bellas.

 ---Nos ha dicho el Invierno que no quiere partir. Es un buen amigo nuestro, dicen las nubes a coro.
Le teme a la soledad y sufre.
---Pero es mi turno de permanecer, contestó la Primavera, siempre fresca y rebosante de juventud.

 Cuando los pájaros oyeron la cristalina voz de la primavera comenzaron a danzar en el aire y sus trinos llenaron toda la campiña.
Volvieron a pedirle a las nubes que dejaran pasar a los rayos de sol. Nuevamente las nubes dijeron que el Invierno se sentía triste y no quería partir. Era tan triste la soledad.

---Pero será Invierno en otra parte, en las montañas las pendientes se llenarán de nieve y los niños jugarán a hacer muñecos, se lanzarán en trineos y se arrojarán bolas de nieve tan blancas como el algodón.
Esperan el invierno para jugar y ser felices. Para reunirse junto al hogar y compartir una taza de chocolate.

Así habló la Primavera y luego se hizo el silencio. Escondido tras una nube gris el Invierno escuchaba las palabras de la Primavera, finalmente dijo:

---No quiero partir, ¿es qué no lo entiendes?
---Pero es necesario, ¿no te das cuenta?
---Ciertamente que no.
---Pues yo te lo explicaré. Todas las parejas que bajo mi influencia se conocieron y a las que mis flores ayudaron a nacer su amor esperan por ti.
En mi tibieza se encendieron las sonrojadas mejillas, brillaron los cristalinos ojos y resplandecieron los cabellos con refulgente luz.
Fui yo quien perfumó el aire y les regalé la brisa fresca para que caminasen a la luz de la luna tomados de la mano.
El verano les dio calor, tostó sus pieles, les quitó la ropa haciéndolos más bellos y atractivos a los ojos del otro despertando su pasión. Pero tú Invierno posees las noches más largas, y son esas noches las que afianzan el amor que he puesto yo en sus corazones. Solo tú les proporcionarás la oportunidad de dormir abrazados y de darse calor. Solo tú puedes hacer que los amantes se extrañen en las noches frías y largas. Es por eso que debes partir, ¿no te das cuenta?
---No lo había pensado así. Siempre he creído que nadie me quiere.
---Yo te quiero, contestó la Primavera.
Al escuchar las palabras de la Primavera el Invierno suspiró y un viento helado surcó la pradera.

Dijo el Invierno:

---Entonces partiré, haré que sople el viento del sur en otros lugares para que los lagos se congelen y los niños puedan patinar. Crearé la nieve más blanca de todas para que se moldeen los muñecos más hermosos. Haré que las noches sean larguísimas para que los amantes disfruten del sueño con sus cuerpos entrelazados. Haré que el fuego de las estufas reúna a todos y los viejos cuenten sus historias a los más pequeños. Así lo haré.

Fue así como partió el Invierno envuelto en un fuerte viento y las nubes, que eran sus amigas, se fueron con él.

Floreció la pradera cubriéndose de caprichosos colores como un caleidoscopio mágico. Se descongelaron los arroyos y reverdecieron los árboles. Bandadas de aves surcaron los cielos celestes ejecutando caprichosas coreografías y pequeños cachorros jugaban alegres sobre la hierba su juego interminable.

A lo lejos una muchacha recogía en un cántaro el agua fresca de un arroyo. Un hombre que pasaba la vio. Quedó hechizado por sus enormes ojos y todo... todo volvió a empezar

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